La inflamación, aunque es una respuesta esencial del sistema inmunitario, se convierte en un problema grave cuando se vuelve crónica, aumentando el riesgo de enfermedades como cáncer y diabetes.
El diagnóstico de la inflamación crónica es complicado; sus síntomas pueden ser variados y no hay una prueba que la detecte de manera fiable, lo que la hace difícil de abordar.
Las dietas altas en alimentos procesados y azucarados están estrechamente vinculadas a la inflamación crónica, mientras que una alimentación rica en frutas, verduras y grasas saludables puede ayudar a mitigarla.
Algunos estudios indican que un tercio de los adultos en Estados Unidos puede estar afectado por inflamación crónica, lo que representa una preocupación significativa para la salud pública.
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