Los chicos, bajo una manta negra, enviaron un mensaje desesperado a su tío en California: "Tío conteste, nos dejaron tirados". Su viaje fue un arduo desafío.
Cruzaron la frontera con un grupo, usando ajo en los zapatos para repeler serpientes, y enfrentaron temperaturas extremas caminando en el desierto de Sonora.
Cargaban mochilas de 50 libras, mientras las pildoras estimulantes del traficante les ayudaban a soportar el extenuante viaje, con pies heridos y deshidratación.
Durante su travesía, descansaban brevemente en sombra, intentando evadir los drones de vigilancia de la Patrulla Fronteriza con su camuflaje, aunque esto fue en vano.
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