Una estudiante, una mujer negra de Ohio, describió su escuela como "un lugar de temor en lugar de un lugar de aprendizaje", diciendo que a menudo la llamaban con nombres despectivos, lo que la hizo sentir aislada y no bienvenida. Esta declaración resuena con las experiencias que muchos estudiantes LGBTQ+ enfrentan, donde el ambiente escolar se convierte en un espacio hostil en lugar de uno seguro. Su testimonio subraya la grave falta de apoyo y la necesidad de un cambio.
El 52 por ciento de los jóvenes queer de la Generación Z de 16 a 27 años han experimentado acoso escolar debido a su orientación sexual, y un alarmante 13 por ciento informa que fueron acosados por maestros. Esto revela un alto nivel de discriminación y una grave falla en la protección de los estudiantes por parte del personal educativo. La falta de denuncias y respuestas inadecuadas perpetúan un ciclo de miedo y desconfianza entre los estudiantes LGBTQ+.
Con el 49 por ciento de los estudiantes LGBTQ+ expresando que no se sienten aceptados por el personal escolar y el 38 por ciento que percibe a sus escuelas como lugares inseguros, es evidente que las instituciones educativas están fallando en crear un ambiente de inclusión. Estas estadísticas indican un clima que no solo perjudica el bienestar emocional de estos jóvenes, sino que también les impide alcanzar su máximo potencial académico.
Las estadísticas de abuso verbal (64 por ciento) y de agresiones sexuales (12 por ciento) reportadas por estudiantes LGBTQ+ ponen de manifiesto la violencia en las escuelas. Además, el 35 por ciento ha faltado a clase debido al acoso. Esta situación no solo afecta su salud mental y emocional, sino que también impacta su rendimiento académico y su ansiedad ante la asistencia escolar. La escuela debería ser un lugar seguro y de aprendizaje, no un espacio de temor.
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