La violación es generalmente vista como un hecho excepcional, pero la mayoría de las agresiones ocurren entre personas que se conocen. Esto desdibuja el mito del desconocido en situaciones oscuras.
Los casos recientes, como el de Gisele Pelicot, demuestran cómo hombres que dicen amar a una mujer pueden ser los responsables de torturas y violaciones, revelando un problema sistémico en la percepción de la violencia sexual.
La cultura popular y los procedimientos policiales han enseñado a pensar que la violación es solo un acto realizado por extraños, omitiendo la realidad de que muchas veces son conocidos.
Los casos de Sean Combs y Gisele Pelicot ilustran cómo los hombres que perpetran agresiones sexuales a menudo operan en entornos aparentemente seguros y familiares, lo que desafía la narrativa común sobre la violencia sexual.
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